“Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano.” Exodus. 4:4
El desierto es duro y yo soy como Moisés; hay algo acerca del fuego que consume pero no destruye que me atrae. Quiero conocer al Dios de la zarza ardiente. Quiero conocer al Dios de la tierra santa. Quiero ser encontrado en el desierto de mi vida y encontrarme con – “Yo Soy.”
En mi baja naturaleza, sin embargo, me pregunto por qué Dios nos pide tales cosas. ¿Por qué dice Él cosas tan aparentemente absurdas? “Tómala por la cola.” ¿Por qué pone a Sus hijos en tales situaciones y después pregunta cosas como: “¿Me amas?” “¿Confías en mí?” “¿Me obedecerás?”
Cualquiera que sea la verdad del asunto sospecho que no nos es dicha toda la historia. Moisés tuvo que haber preguntado. Seguramente tenía miedo. Mi espíritu débil hubiera hecho al menos una buena pregunta: “¿Que quieres que haga qué?!”
Me doy cuenta que pinto un cuadro débil de mi propia fe – pero yo odio las serpientes. Estoy muy consciente que mi corazón debería regocijarse en hacer como el Señor manda – y lo hace – pero odio las serpientes, y tal vez Moisés también lo hacia.
Me doy cuenta que “obedecer es mejor…” Yo sé! Yo sé esto muy bien! Pero la obediencia inmediata es el ideal, y la realidad habría sido una serpiente que se esperaba que simplemente “levantara!” Así que, a la primera pregunta le hubiera seguido una segunda pregunta más obvia: “¿Por qué?” Después de todo, ya era una vara.
¿Por qué convertirla en una serpiente y después pedirle a Moisés que “extienda su mano?” “…le dijo el barro al alfarero.”
Y el alfarero respondió, “¿¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. (Job 38:4). Entonces habló más dulcemente, “¿Me amas?” “¿Confías en mi?” “¿Me obedecerás?” Luego “extiende tu mano, y tómala!”
Serpiente o no serpiente, mordida o no mordida, miedo o no miedo – pienso que yo también hubiera extendido mi mano. Lo hubiera hecho no porque me gusten las serpientes, no porque me guste el dolor, sino porque, bueno – porque lo amo más a Él que a la vida misma.
Yo le confío mi propia vida.
Yo deseo obedecerle en todo lo que Él manda.
Nunca sabemos en que se van a convertir estas cosas en nuestras manos una vez las tomemos. Si extendiera mi mano a su orden – puede que algún día parta mares, saque agua de las rocas, o me convierta en un hombre con quien el Señor hable “cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Exodus 33:11).
Translated by Jessica Olivares