“En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo.” (Isaías 6:1-3)
La memoria a menudo oculta las cosas que nos causaron dolor o incomodidad. La bendición del olvido esconde el dolor detrás de las imágenes más brillantes, más relucientes que hablan de “los buenos viejos tiempos.” Nuestras mentes pretenden que siempre fueron buenos. Nuestras mentes olvidan que “los buenos viejos tiempos” estuvieron llenos de las espinas de la vida.
Dos cosas aparecieron ante Isaías en el momento de la gran tragedia nacional de Israel, cuando el rey de Israel de cincuenta y dos años murió. A la izquierda estaba la pompa humana, la procesión cargando el cuerpo de un rey que no podía volver a montar una defensa o guiar con sabiduría. A la derecha estaba la imagen de “el Señor sentado sobre un trono…”
Y aún cuando ellos lloraban la perdida del rey a quien habían servido tan bien y por tanto tiempo, Isaías estaba allí para levantar sus cabezas. Tenían que recordar que a la derecha estaba Él que le dio el poder al rey, Él que le dio sabiduría y tacto a ese rey. Tenían que recordar a aquel que le dio vida a ese rey y a su tiempo se la quito. Mientras ellos veían pasar al rey con toda la pompa y ceremonia apropiada para el paso de un monarca, el Señor estaba tranquilo y sentado en Su trono. En lugar de estar impotente en un ataúd dirigido hacia el entierro la Esperanza de Israel estaba, “alto y sublime.”
Copyright(C)2010 Hudson Russell Davis — [Translation by Jessica Olivares]